Desde la profundidad de la ancestral cosmovisión védica, se reconoce que existen esencialmente dos tipos de Goces. El primero viene dado por las Cosas, es decir por todo aquello que puedo conocer, sea una agradable comida, un encantador aroma, la alegría de una linda compañia, o cualquier otro estímulo.
Existen obviamente diversos tipos de estímulos y tambien diversa la profundidad del goce que ellos generan. Así mismo un mismo estímulo puede generar distintos efectos en distintas personas. Tenemos el goce que genera una rica comida, el goce de una canción que te anima, el goce de sentir una poesía que te permite ver las cosas de una manera diferente, etc.
Pero todos estos tipos de goces son siempre relativos y temporales; el goce de una comida, de una canción, de una poesía, o de una compañía, serán siempre impermanentes, es decir aparecen en un momento y desaparecen en otro momento.
Y aquí viene lo importante, el goce que te genera tal o cual estímulo no depende de sí, sino de esa sensación de necesidad que el estímulo parece completar. Y nuevamente debemos entender que el inclinarse por uno u otro estímulo dependerá de tu particular naturaleza y momento. En algunos momentos de tu vida, un particular estímulo te llenaba de placer, alguna actividad o alguna persona, etc. Pero a medida que la vida avanza, tus gustos y preferencia por los estímulos va cambiando.
El Goce que viene de los estímulos es siempre relativo. Un mismo objeto, actividad o persona, que antes te generaba placer, ya no lo hace más. El estímulo es el mismo pero la manera en como lo recibes ha cambiado. Y eso es porque el verdadero Goce o Placer no viene de las Cosas, sino de esa aparente satisfación que el tener ese estímulo te genera. Esa satisfación estará siempre sujeta a lo externo, y en ese sentido será siempre incontrolable. La naturaleza de la manifestación material (el Mundo) es el cambio y la impermanencia es su esencia.
Enfocarme en obtener placer de lo externo, será siempre una carrera inconclusa. Es por eso que las tradiciones ancestrales gracias a la profundidad de su mirada, se orientan al centro, a la fuente, al origen de ese Goce. La Belleza no está en las cosas sino en la Mirada.
Pulir la mirada es la invitación de la experiencia de los que ven, entender que en la impermanencia del mundo el goce será siempre relativo y temporal es un portal que gradualmente nos sitúa en esa dimensión sutil donde el Goce Original está siempre, presente.